Existen en nuestro país un sin fin de lugares que surgen de los sueños, de la inspiración e ímpetu de personas que buscan crear y compartir un mejor mundo para todos.
Esta es la historia de un especial espacio chocolatoso en donde desde el año del 2008 convergen los sueños y buenas voluntades de una artesana amante del chocolate. En este peculiar espacio se escriben diariamente historias llenas del susurro y magia del chocolate; historias que se entretejen entre el espíritu de La Trufería de chocolate de Soraya Soto® y la alegría, esperanza, creatividad y corazón de las personas que nos visitan desde entonces.
Y sí, todos tenemos nuestra historia…
Algunos hemos vivido ese momento en el que inesperadamente nos damos cuenta de que hemos extraviado el rumbo, el sentido de vida, ese momento en el que caemos en cuenta que estamos siendo eso que uno realmente no quiere ser, en el que nos percatamos de que nos hemos perdido a nosotros mismos; así hace muchos años, precisamente un día me descubrí; fue triste, duro, de momento desolador. Sin embargo, elegí que ese fuera un punto de inflexión en el que mi realidad me confrontó a lo más profundo, humano, surrealista, aburrido, odioso, increíble, amoroso, divertido y absurdo de mi ser. Realmente mis emociones eran un enredado nudo.
¿Pero cómo salir de este nudo? En ese momento no tenía ni idea, es más, acepto que aún a veces creo que sigo sin tenerla pero aun así sigo caminando. En ese momento aprendí que para cambiar el rumbo a veces hay que pensar poco y sentir más, dejar de lado el “deber ser” y me permití simplemente ser, vibrar más en la sintonía de mis emociones, escuchar el susurro del corazón y accionar en consecuencia haciendo a un lado los miedos para permitir que tarde o temprano la felicidad me descubriera “desplegando las alas y volando” sabiendo que tal vez caería pero asegurando que por lo menos ya no permanecería en el mismo lugar al que ya no pertenecía. Advertí también que la capacidad de soñar sería mi mejor inspiración para descubrir mis alcances, para descubrir las bondades del Universo, para reconocer lo más sublime y significativo de esa divina humanidad de la que tanto se habla y se dice que todos tenemos.
Así pues, terminé por aceptar mi naturaleza romántica, soñadora, apasionada, obstinada, inquieta, curiosa, disruptiva y hasta juguetona. Acepté que mi imperfección, para bien o para mal, era parte de mi valiosa distinción; discerní entonces que la diversidad es inherente a lo humano y que estas distinciones son las que dan fuerza a la humanidad para lograr los sueños de todos. Y entonces más que nunca deseé soñar y permitirme ser yo con toditos mis defectos y virtudes.
Sin saberlo, ese momento era el principio de un fin, pero el inicio de una historia que no imaginaba viviría en mis 30´s. En ese momento sólo quería liberarme, re-descubrirme y asombrarme del mundo nuevamente, comencé entonces a jugar y a seducir a la vida, me di la oportunidad de cometer errores, de aceptarme vulnerable pero vibrante a lo nuevo, tratar de vivir un día a la vez, comenzaba a sentirme nuevamente viva para activar y honrar mis sueños con mis acciones. Comprometerme con mis ideales y valores fue determinante para comenzar a domar ese ímpetu que se me despertó por renacer.
En el ámbito profesional, retomar y regresar a trabajar en la industria bajo mi perfil de licenciada en comercio internacional, tal como lo hice anteriormente no era del todo mi más anhelada meta. Deseaba con todo mi corazón emprender y materializar aquel proyecto que diseñé muchos años atrás el que guardé mucho tiempo en “la cajita de los sueños”, el del chocolate, ese que mientras creaba y plasmaba en el papel me hacía sentir todos los sentidos vibrantes y el corazón palpitante, el que cada vez que incursionaba en la profunda investigación de nuestros ancestros prehispánicos me llevaba a sentirme muy entusiasmada de conocer aquella gran sabiduría y cosmovisión de los mayas y aztecas de nuestro país.
En la búsqueda de mi misma me reencontré nuevamente con mi más leal compañero de vida, ese que siempre ha estado conmigo en las buenas y en las malas, el que me ha llevado una y otra vez a reencontrar mis sentidos, mis sensaciones y hasta lo mejor de mis emociones: El bendito chocolate mío de todos los días. En ese crucial momento de mi vida en el que mi corazón y mi alma estaban “quebrados”, y yo era una persona sin colores, fue tal el impacto de saborear un delicioso chocolate mientras intentaba entender mi nuevo rumbo, que entonces decidí que aprendería a escuchar y a hablar su idioma, que aprendería a vibrar y comunicar todo aquello que en él percibo como parte de lo que es mi vida diaria. Así que me comprometí con mi bienestar, con mi papel de mamá, con mis ideales y valores de una forma tan determinante que hoy después de casi 3 lustros estoy aquí escribiendo esta historia en el idioma que se ha convertido en mi mejor forma de comunicarme al mundo.
Por otro lado, sin duda esta es una de tantas historias en las que inevitablemente hablar y vibrar en el idioma del chocolate salvó a una vida del conformismo y la sumisión, la mía. Suena descabellado, lo sé, pero estoy segura de que así fue: fortuitamente conecté con el espíritu del sagrado cacao, mi alma se fusionó en su sublime mensaje de paz, amistad, alegría y amor. ¡Lo sé, suena disparatado! No, no me estaba volviendo loca sólo descubrí y acepté que efectivamente existe una energía sutil que va más allá de nuestro raciocinio, que nos contacta con nuestra intuición, con esa “vocecita interna” que siempre nos cobija, nos inspira y nos guía. Y es por esto que desde entonces he creído que cuando Dios quiere salvar a un hombre de la tristeza, le manda un chocolate…lo puedo jurar, una y otra vez lo he visto, y personalmente me ha sucedido.
Así que en el año del 2008 materialicé mi anhelo de abrir mi querida chocolatería: “La Trufería de chocolate de Soraya Soto®”, en la ciudad de Querétaro, Qro., México y es desde entonces que comienza la historia de un espacio creado con el corazón, lleno de alquimia, en el que desde entonces vivo al lado de nuestros clientes y amigos complicidades que nos conducen a entretejer sueños compartidos, llenos de texturas, colores, aromas y sabores que me invitan a creer que México es un país generoso, bondadoso y bendito, lleno de gente alegre, trabajadora, dicharachera, creativa, preocupada y ocupada por hacer del nuestro un mejor país.
Texto tomado de las notas del escritorio de Soraya Soto. Artesana mexicana del chocolate.