Soraya Soto

Mi amigo emplumado, mi querido colibrí.

Como saben, la operación en mi espacio chocolatoso comenzó en julio del 2008, paulatinamente comenzaron a llegar clientes nuevos y también nuevas amistades.

Desde entonces mis jornadas chocolatosas se han forjado entre muchas charlas e historias compartidas entre los aromas, sabores y texturas del chocolate. Pero un día inesperado, a los pocos meses de haber abierto La Trufería de Soraya Soto, recibí la visita de una presencia que me impactó enormemente y que desde entonces se ha convertido en mi compañero entrañable, inspirador y muy querido: mi colibrí, “el ave de las mil alas” como le llamó mi pequeña hija.

El colibrí siempre me pareció un animalito hermoso pero realmente nunca, nunca me imagine que algún día podría llegar a tener contacto físico con él y mucho menos una conexión tan extraordinaria en la que al pasar de los años en mi chocolatería se hace presente con su espléndida energía que me llena de paz, de ternura y de alegría. A veces se mete sin que lo note, mientras estoy distraída, se acerca a mi rostro y con su suave zumbido percibo como si me llamara como si me saludara, se acerca tanto a mi rostro que a veces siento el aire que generan sus pequeñas, veloces y fuertes alitas. En otras ocasiones se mete sin que lo note y deja plumitas, quiero pensar que sólo como un aviso de que ha pasado a saludarme.

A veces me detengo e intento racionalizar por qué se mete a la chocolatería, por qué se acerca tanto a mi, por qué a veces simplemente llega sigiloso y se posa en mi mano… realmente hasta el día de hoy, después de más de 12 años que cuento con su presencia aún no lo sé… pero ya entendí que hay ocasiones en las que no hace falta entender-racionalizar nada, simplemente debemos permitirnos sentir, vibrar, conectar para que sea a través de nuestro instinto de nuestro corazón, de nuestros sentidos y sentimientos que comprendamos que somos más que un cuerpo físico y que en lo etéreo, en esa zona que aparentemente no vemos también está nuestra presencia expandida unida a lo divino. Estoy segura de que Dios nos habla de muchas formas, de que la naturaleza es una mera expresión divina que a veces pasamos desapercibida por andar distraídos en lo vertiginoso de la vida material actual. Detenerme a contemplar con todos mis sentidos la energía excelsa de tan “pequeñita” ave me ha llevado a reconsiderar lo subjetivo que puede ser el termino “pequeño”. Cuando percibo a esta ave la re-descubro con una energía muy poderosa, muy amorosa, alegre, muy fuerte lleno de ternura y paz.

Si bien siempre, desde pequeña he sido una amante observadora de la naturaleza, del comportamiento de los bichitos, de los animales, de las plantas ha sido el colibrí quien me ha mostrado a través de su comportamiento y acercamiento cuan generosa es la vida, cuan valiosa es la amistad y el abrazo de los nuestros en los mejores y en los peores momentos de nuestras vidas. De mi querido colibrí he aprendido lo increíble de atreverme a hacer visible lo invisible, de valorar lo hermoso que es saberte bien acompañada y abrazada por presencias tan auténticas y reales como la de él.

Con esta emplumada experiencia he aprendido que esto no es mera locura mía, que simplemente es una forma libre y personal de percibir y vivir la vida en la que simplemente he integrado a mi ser de forma natural, en un contexto tan armonioso y equilibrado, a la naturaleza así como al mismo cacao sagrado que diariamente trabajo con mis manos y todos mis sentidos…Sí, en mi entorno chocolatoso, el de La Trufería de chocolate de Soraya Soto he aprendido a crear y a vivir en un entorno tan real, tan encantador, tan “mágico”, tan libre y natural que a veces parecería inverosímil pero créanme no lo es; es tan real como tú y como yo; solo que me he permitido “valientemente” abrirme a “ver” y a experimentar eso que a veces no queremos ver, sentir, escuchar, oler, tocar…Si, estoy comprendiendo que los humanos si somos una verdadera creación divina pero de repente no nos la creemos, nos desconecta la complejidad de nuestras vidas pero con darnos permiso de contemplar por un momento la naturaleza nos volvemos conectar con la fuente divina y con lo mejor de lo humano.

¡Bendito chocolate mío de todos los días! Soraya Soto. Artesana mexicana del chocolate.

Publicado por Soraya Soto
Siempre es un buen momento para volver a comenzar…

Siempre es un buen momento para volver a comenzar…

En mi nota anterior les comenté que fue durante mi encuentro con el chocolate cuando un buen día decidí romper mi “estructura” y comencé a diseñar mi nuevo proyecto de vida. Fue entonces que comprendí que sentirse bien sería el mejor lugar y el mejor momento para volver a comenzar… y qué mejor que esto sucediera cobijada de los aromas, sabores, texturas, idioma y magia del sagrado cacao.

Aún dando vueltas en mi cabeza la idea de “cómo lo lograría sin capital $” pero con tantas ganas de hacerlo, materializarlo… comenzaron a suceder las personas, la magia en mi camino…

De entre esas personas hubo una muy querida y apreciada, mi amiga Adriana, quien un día se acercó para ofrecerme apoyo económico para que de una vez por todas echara a andar mi proyecto chocolatoso; élla era de esas pocas personas que atestiguó durante años este gran anhelo mío. Insistió en varias ocasiones, me ofrecía diversas posibilidades: asociarnos, crédito, etc… pero en ese momento yo aún tenía muchos miedos, tenía miedo de que no funcionara y de que élla terminara perdiendo su capital; después de todo sería un proyecto nuevo, retador para mi y no tenía la seguridad del éxito de éste.

Aunque yo me sentía decidida a materializarlo, sabía que de una u otra forma se presentaría la posibilidad de lograrlo sin poner en riesgo el capital de mi amiga y menos poner en riesgo mi amistad con élla. Mas personas se acercaban creyendo en mi, en mi proyecto, tratando de impulsarme.

¡Aaaaaah pero que testaruda era, realmente estaba llena de dudas y miedos! Con el pasar de los años lo veo, y por supuesto que sigo muy agradecida con esas personas que aún siguen impulsándome y acompañándome tan desinteresadamente en mi camino chocolatoso y personal para sumar, para compartir vida. Hoy pienso que gracias a todos éllos, a su “empujoncito” me aventé a la “alberca de los lagartos” y logré cruzar descubriendo que tales “lagartos” (“mis miedos”) no existían, que eran infundados.

Pasaron los días, seguía reconciliándome con la vida, la idea seguía rondándome, empujándome, invitándome a simplemente hacerlo, a pensar menos y a actuar, a lanzarme, a CONFIAR Y A DEJAR QUE SUCEDIERA LA VIDA…

¡De pronto en esos días el recurso llegó $!… No, no sucedió a través de algún socio capitalista, simplemente hice que sucediera, y creo que sííííí que por supuesto aquí Dios “metió su cuchara”. Contaba ya con un capital muy muy muy reducido para lograrlo. Por supuesto que esto no me desanimó, al contrario, el proyecto se presentaba aún más retador y eso… me encantó. Parecía que me habían oprimido el botón de “ON”. Inesperadamente el ímpetu, la creatividad y la alegría se potencializaron y me abrazaron muy fuerte. Por fin, después de muchos años habría ya abierto la puerta, y entonces no habría nada ni nadie que me detuviera… ¡no, ya no!

Les confieso que en la distancia de los años, a la fecha aun no sé cómo lo hice con tan poquitito dinero, con tantas ganas e ilusión y con un corazón y un alma quebrados y en reconstrucción.

Le comuniqué a mis pequeñas hijas, a mi querida familia, a mis amigos, a mis clientes de tantos años, que abriríamos nuestra chocolatería: “La Trufería de chocolate de Soraya Soto”. Por supuesto que compartieron conmigo el gusto de por fin lograrlo. ¡Uuuuuffff mi corazón aun con tanto miedo e incertidumbre por el porvenir brincaba de tanta alegría!

Volví a sentarme para “barrer nuevamente el lápiz”, tenía que reajustar el presupuesto disponible para hacer que sucediera tan “bonito” como siempre lo anhelé. Tenía que buscar el lugar físico, el mobiliario, tendría que definir las texturas, los colores de las paredes que serían los testigos silenciosos de esta historia de amor al chocolate y del renacimiento de mi entera humanidad.

¡Sin darme cuenta seguía sucediendo la magia! El corto recurso disponible fue suficiente para lograr un muy buen arranque… la magia de Dios, la del chocolate, y la de las personas que me encontré en ese punto para lograrlo fueron eslabones claves para que ese fuese el mejor momento para volver a comenzar. Entraba a las tiendas a comprar el material (pintura, telas, enseres, etc) y mobiliario para la adecuación de mi chocolatería y les prometo, tengo testigos de que por alguna extraña razón las personas en esas tiendas, sin conocerme siquiera compartían mi entusiasmo y me ofrecían descuentos significativos en mis compras… ¿Ahora me entienden por qué digo que comenzó a suceder “magia”?

Retomé con fuerza la idea de que soñar no era algo cursi. Después de todo la vida me estaba mostrando que la irrealidad (soñar) es el origen de la creación de las ideas, que yo podía lograrlo y que en ese momento me lo estaba recordando.

Mi vocecita interior me repetía clara y contundentemente: “Trabaja, no pares, sueña con los ojos abiertos, con los pies en la tierra, pensando que algún día tus sueños atraparán tu realidad”… y así ineludiblemente ha venido sucediendo día a día.

Sin embargo, no todo fue del todo tan plano y llano como aquí escribo. Una vez que comencé a montar el espacio físico para crear y aterrizar lo que fue mi idea de negocio, a unas pocas semanas de abrir mientras pintaba las paredes de mi chocolatería, la vida me puso una fuerte prueba y me detuvo a replantearme si debía seguir adelante con la apertura de un negocio que parecía muy incierto… pero estas serán tal vez, las letras de otra nota.

Nota al margen. Siendo honesta, revelo que este se ha convertido en algo más que un simple texto. Es acaso una mera narrativa simbólica de una mera expresión personal catártica que emerge después de los años, después de los daños de un ser humano que sin más aprendió a expresarse, a vibrar, a sentir, a conciliar, a escuchar, a compartir, a vivir, a coexistir, a sanar, a amar y a trascender su ser y su alma a través del más puro y delicado aroma, sabor, textura y sutil magia del bendito chocolate mío de todos los días.

Texto tomado del escritorio de Soraya Soto. Artesana mexicana del chocolate.

Publicado por Soraya Soto